Artesanos del siglo XXI

El cuero, las fibras naturales, el barro o la madera son algunos de los materiales con los que trabajan los creadores más singulares de nuestra ciudad, que han sabido recuperar, y mantener, los oficios de siempre. La inspiración les llega desde lugares y tiempos remotos, pero lo suyo es pura vanguardia. Hoy nos abren las puertas de sus tiendas, que ejercen también como taller. El pasado se hace presente. 

Publicado en la revista esMADRIDmagazine en enero de 2024

El mapa del viejo Madrid puede dibujarse a través de los oficios que dan nombre a sus calles. Latoneros, Cuchilleros, Tintoreros o Bordadores son solo algunos ejemplos. Sin embargo, la artesanía no es algo del pasado: desde hace una década una nueva generación reivindica con pasión el valor de los productos hechos a mano. Sus negocios son sastrerías, cesterías o alfares que apuestan por las últimas tendencias en moda y decoración pero siguiendo técnicas de fabricación ancestrales. Así ocurre en Taller Puntera (Plaza del Conde de Barajas, 4), una preciosa tienda-taller muy cerca del Mercado de San Miguel, que se rige por una única norma: “ser honestos en el modo de elaboración”. Una estantería llena de pieles, una mesa de corte, tres máquinas de coser y un montón de herramientas. Así es este espacio en el que hacen de todo: estuches, cuadernos, bolsos, mochilas, carteras o revisteros de infinitos colores.

El oficio de curtidor es uno de los más antiguos de Madrid. Pero, en contra de lo que pueda parecer, el gremio de los artesanos de la piel no nació en la Ribera de Curtidores, arteria principal de El Rastro. Hasta finales del siglo XV estuvo en los Caños del Peral, actual plaza de Isabel II, debido a su cercanía con una de las puertas de entrada a la antigua muralla, la de Valnadú. En 1495 los Reyes Católicos alentaron su cambio de sitio para acercarlos a la calle de Toledo, en torno a la que comenzaban a asentarse los primeros mataderos. El sacrificio de los animales generaba gran cantidad de pieles, que eran transformadas en cuero en las tenerías. De marroquinería saben mucho en Ollomao Taller (Fe, 18), donde Fran y Mónika elaboran artículos hechos de cuero de curtición vegetal y lonas de algodón, casi todas antiguas o procedentes de restos de stock. “Encuentro inspiración en la gente que arriesga, que se ilusiona”, comenta Daniel Chong (Amparo, 42), uno de los creadores de moda en nuestra ciudad, que ha hecho de sus mochilas, versátiles y ligeras, el complemento más demandado. De origen chino-ecuatoriano, Daniel reside y trabaja en Lavapiés, donde tiene su atelier. Los colores y la multiculturalidad del propio barrio se dejan sentir en sus diseños, para los que utiliza tejidos elaborados a partir de prendas recicladas. Telas de tapicería, pieles veganas y vacunas de curtición vegetal son otros de los materiales que emplea.

Fibras naturales

Hubo en sus tiempos en Madrid un gremio de esparteros que utilizaba las fibras naturales para realizar sus trabajos En la actualidad muchos nuevos artesanos se sirven de estos materiales para crear objetos decorativos y utensilios de uso diario. Bambú, mimbre, ratán… es lo que utiliza Javier Sánchez Medina (Escorial, 28) en su tienda-taller de Malasaña. Todo aquí está hecho a mano, desde espejos en forma de flores, soles o estrellas, hasta cabezas de animales, que él denomina trofeos ecológicos. En su catálogo, toros, renos, búfalos, ovejas… trenzados en pleita y cosidos con hilo de bramante.

“Mi objetivo es rescatar la vida del pueblo, las tardes al sol con las vecinas y la dureza entrañable del campo con tejidos que me han acompañado desde mi infancia”. Así habla Eduardo Rodríguez Turel, que apuesta por una vuelta a sus orígenes -es de Tembleque, Toledo- y, en realidad, al mundo rural desde Eturel (Ruda, 8), su tienda y taller de El Rastro. Su materia prima son textiles muy resistentes, naturales y de larga tradición como la arpillera, un tejido áspero y grueso fabricado con cáñamo o yute, o la alpujarra, de origen morisco, muy resistente, con su característico dibujo a rayas. Con ellas hace bolsos, cestos, capazos, cojines, delantales, talegas y bolsas para el pan.

Alfarería y orfebrería

La mejora de los hornos durante la época romana permitió el desarrollo de la cerámica en los límites de lo que hoy es la Comunidad de Madrid. Las tierras arcillosas de lugares como Galapagar serían utilizadas después en numerosos alfares árabes. Ya en el siglo XVI comenzarían a surgir numerosos talleres en las inmediaciones de Madrid, a la que luego acudían los arrieros, con sus burros bien cargados de ollas, pucheros y recipientes para el agua y el vino listos para vender. Desde entonces hasta hoy la tradición alfarera continúa, tal y como atestigua Déborah Abizanda, con una tienda-estudio a dos pasos del Museo Reina Sofía, D’A Ceramics (Doctor Fourquet, 35). Su obra sigue dos caminos, uno funcional (vajillas, jarrones, pendientes…), para el que encuentra inspiración en el Art Nouveau, el diseño nórdico y el arte japonés, y otro más artístico, en el que “utilizo la cerámica y materiales como el papel, la lana o el algodón para expresarme”.

El Gremio de los Joyeros, Plateros y Relojeros de Madrid tiene solera: fue fundado en 1572, apenas unos años después de que Felipe II convirtiera nuestra ciudad en la capital del reino. La tradición viene de lejos, sí, pero eso no significa que los nuevos maestros de la joyería artesana no se sientan atraídos por las vanguardias. Es el caso de la tienda-taller Andrés Gallardo (San Pedro, 8), que comenzó su andadura haciendo collares y pulseras con fragmentos de porcelana rota encontrada en mercados y anticuarios. Hoy crean sus propios objetos, reconocibles por una iconografía naíf y misteriosa: conejos, manos, soles, lunas, galgos, flores… El suyo es un trabajo intuitivo y meticuloso, pionero en reivindicar y explotar el potencial de la artesanía desde una perspectiva muy actual.

“Nuestra joyería se caracteriza por un diseño contemporáneo, totalmente personalizado para cada cliente, y un acabado cuidado hasta el mínimo detalle”. Así hablan los hermanos Entío (San Gregorio, 21), grandes apasionados de su profesión y extraordinarios creativos. Su filosofía nos gusta: “lucir una joya original y de alto valor estético no debe ser un lujo. Debe ser un placer al alcance de la mayoría”. Una contundente afirmación que se hace realidad en Studio Squina (Amparo, 94), un taller- escuela fundado por Gimena Caram y Sandra Pampín, resultado natural del amor que sienten por el diseño y los procesos creativos.

Maderas que suenan

El trabajo de lutier siempre ha tenido mucha importancia en nuestra ciudad, en la que conviven talleres universales como Guitarras Ramírez o Felipe Conde. Moldear la madera para que alguien pueda hacerla sonar solo se consigue con grandes dosis de paciencia y vocación. Así nos lo explica Yunha Park (Monteleón, 14), nacida en Seúl pero afincada ya desde hace muchos años en Madrid. “Mis instrumentos están construidos con las mejores maderas, seleccionadas según sus cualidades estéticas, elásticas y sus prestaciones sonoras”, comenta. Convertirlas en objetos que vibran lo es todo para ella. En sus manos sigue vivo un oficio que es puro amor.